De nuevo estamos en tiempo de Cuaresma,
tiempo de conversión y preparación de la Pascua, es el tiempo de prepararnos
por medio de la reflexión, la penitencia o el ayuno. En tiempo de Cuaresma el
fruto del cristianismo se hace grande y madura en el espíritu de sacrificio, en
el compromiso, en la lucha contra el orgullo que me separa del otro, en la
humildad más amable. La fe del cristiano debe ir acompañada de obras concretas,
la Cuaresma es tiempo de asistir, más que nunca, al que reclama mi ayuda, es
tiempo de humildad y de arrepentimiento, es tiempo de ponerse delante de Jesús
y pedir perdón.
Todo cristiano está llamado a compartir
las penas y dificultades del otro, esto requiere una acogida sincera, que
replantea la calidad de nuestro ser cristiano con interrogantes tales como ¿me
tomo en serio mi vida de cristiano? ¿transmito esperanza a mi alrededor o más
bien lamentos y reproches?¿acepto la misión que Jesús me ha encomendado?
¿propicio la paz en mis relaciones? ¿busco el bien de los demás, o el mío
propio? ¿dejo a un lado mis intereses para favorecer los ajenos?
Habría mucho que decir de mi andadura
cristiana, arrastrada por la rutina que me enajena y me proyecta en mis
quehaceres y obligaciones diarias. Debo reflexionar, quiero
reflexionar, debemos reflexionar en esta Cuaresma. En
alguna ocasión escuché un dicho popular: “si quieres que la sociedad cambie,
cambia sus dioses” ¿En qué creemos
nosotros? Es fácil creer en la riqueza, en el poder, en el éxito, es
fácil creer en el aplauso y la palmadita en la espalda, en el trabajo realizado
y reconocido de inmediato... Pero creer en el Evangelio nos zarandea la vida,
creer en el Evangelio es creer en la debilidad que se hace fuerte, es creer que
la derrota no puede tener la última palabra, es creer en el Amor que va
más allá de las palabras, que no necesita de ornamentos ni filigranas, y creer
en el Amor es creer en un Dios que se deja crucificar por nosotros, es creer que lo
pequeño y lo insignificante se magnifica ante los ojos de Jesús.
¿Cómo puedo, pues, a la
vista de mi dejadez, convertirme en un buen cristiano? El cristiano se sabe hijo de Dios y
hermano de Jesús Nazareno, es aquel que deja transparentar el rostro de Cristo
en cada una de sus acciones. No seamos cristianos solo de nombre, ser cristiano
no se identifica con seguir con una tradición inamovible durante siglos y
referida a un ambiente concreto, no se
trata de una cultura, un folclore o un
arte, ser cristiano es seguir a Jesús y reconocerlo como Señor,
aceptar su proyecto evangélico, formar parte de su comunidad, vivir bajo la
fuerza del Espíritu Santo, ser cristiano hoy significa comprometerse desde la fe en un cambio de la
realidad que nos amarra.
Vivamos, pues, una Cuaresma
fructífera, en comunión eclesial, pues nuestra fe necesita del alimento
continuo de la Palabra, celebrada en los Sacramentos y siempre
compartida.
Manoli Berlanga