En esta entrada trato de explicar lo mejor posible dentro de mis posibilidades el origen de la túnica en nuestra Semana Santa, así como el simbolismo de determinados complementos. No obstante, quiero comenzar diciendo que no trato de dar ninguna clase magistral de nada, ya que en ningún momento me considero entendido de nada. Lo que si quiero con esta entrada es que aprendamos juntos, para que poco a poco vayamos entendiendo más de nuestra Semana Santa y, no sólo quedarnos en si una imagen es bonita o no.
En documentos antiguos se cuenta que el inicio de los hábitos de los penitentes data del siglo XIII, cuando un ermitaño llamado Rainero, en la ciudad italiana de Perusa, en 1260, comienza a predicar sobre los pecados cometidos por el pueblo y, estos documentos dicen así: “El pueblo al oír las amonestaciones del ermitaño, tomando ejemplo de los Ninivitas (ciudad descrita en el libro de Jonás), se vistió con sacos y con azotes y disciplinas fue en procesión flagelándose crudamente las espaldas”.
Esto hizo surgir a los flagelantes, los cuales, debido a los desórdenes que ocasionaban con la penitencia fueron suprimidos, como congregación, por el papa Clemente VI. Parece ser que en España, introdujo esa manera de ataviarse para hacer penitencia y acompañar a las procesiones, San Vicente Ferrer (1350-1419), fustigador intenso con sus predicaciones de herejías, que era seguido a todas partes por flagelantes ataviados de esta forma.
Así, al surgir las asociaciones y grupos de carácter penitencial, adoptan, de esta forma, como señal de su arrepentimiento el tipo de vestidura tradicionalmente considerada para los penitentes. De hecho, tradicionalmente, el penitente, para desarrollar públicamente su penitencia, cubría su cuerpo desnudo de un áspero sayal largo, cubriéndose con un capuz y dejando al aire libre el torso o el pecho, según el tipo, donde con gran dureza se golpeaban para provocarse heridas. Por lo que podemos observar, esto se parece a la vestimenta actual de algunas ciudades que tienen esta práctica.
Y aquí, es donde podemos encontrar el punto de arranque entre los siglos XIV al XVII de hoy hábito nazareno, en el cual se pueden apreciar influencias de la sotana propia de nobles y clérigos de la Edad Media, y de esta forma llegándose a adoptar la forma de la sotana con aberturas laterales por donde sacar las manos. Más tarde emplea un tejido áspero también embreado o engomado llamado ruan entorno al siglo XIX, añadiéndole al hábito nazareno una amplia cola que suelen llevar arrastrando (según la ocasión) y, que simboliza ir arrastrando en esa cola sus culpas y pecados. Podríamos encontrar otros simbolismos de la cola, pero este es el que parece ser más adecuado, aunque también se habla de que la longitud de la cola es señal de mayor o menor sentimiento y dolor.
Fue a partir del siglo XVI cuando se comienza a llevar capirote alto cónico, el cual, evoca un acercamiento del penitente al cielo, aunque también podemos encontrar indicios de que es en similitud con la corona de los penitenciados por la inquisición. Este valor simbólico es análogo al que tienen los cipreses en los cementerios cristianos, que acercan al difunto al cielo. El origen del cordón o cíngulos que los penitentes se colocan alrededor de la cintura puede encontrar su origen en la cuerda que llevaban los penitentes para colgarse los zapatos de cáñamo, los cuales no podían utilizar durante su penitencia.
El significado de las mantillas lo podemos encontrar en que este era el traje de gala de la mujer en la antigüedad y, en esos tiempos, no estaba permitido que las mujeres se vistieran de nazarenos, por lo que, si querían acompañar al paso se vestían con este traje.
Es con el pasar de los siglos, donde con el cambio de criterios y actitudes, se va evolucionando hacia el estilo de túnica actual. Entre los detalles finales de la evolución del hábito nazareno surge la túnica de capa mucho más moderna y usada con tejidos más livianos de algodón o lanilla. Sobre este esquema, cada hermandad, según su propia tradición, estableció la vestidura en particular para sus hermanos.
En documentos antiguos se cuenta que el inicio de los hábitos de los penitentes data del siglo XIII, cuando un ermitaño llamado Rainero, en la ciudad italiana de Perusa, en 1260, comienza a predicar sobre los pecados cometidos por el pueblo y, estos documentos dicen así: “El pueblo al oír las amonestaciones del ermitaño, tomando ejemplo de los Ninivitas (ciudad descrita en el libro de Jonás), se vistió con sacos y con azotes y disciplinas fue en procesión flagelándose crudamente las espaldas”.
Esto hizo surgir a los flagelantes, los cuales, debido a los desórdenes que ocasionaban con la penitencia fueron suprimidos, como congregación, por el papa Clemente VI. Parece ser que en España, introdujo esa manera de ataviarse para hacer penitencia y acompañar a las procesiones, San Vicente Ferrer (1350-1419), fustigador intenso con sus predicaciones de herejías, que era seguido a todas partes por flagelantes ataviados de esta forma.
Así, al surgir las asociaciones y grupos de carácter penitencial, adoptan, de esta forma, como señal de su arrepentimiento el tipo de vestidura tradicionalmente considerada para los penitentes. De hecho, tradicionalmente, el penitente, para desarrollar públicamente su penitencia, cubría su cuerpo desnudo de un áspero sayal largo, cubriéndose con un capuz y dejando al aire libre el torso o el pecho, según el tipo, donde con gran dureza se golpeaban para provocarse heridas. Por lo que podemos observar, esto se parece a la vestimenta actual de algunas ciudades que tienen esta práctica.
Y aquí, es donde podemos encontrar el punto de arranque entre los siglos XIV al XVII de hoy hábito nazareno, en el cual se pueden apreciar influencias de la sotana propia de nobles y clérigos de la Edad Media, y de esta forma llegándose a adoptar la forma de la sotana con aberturas laterales por donde sacar las manos. Más tarde emplea un tejido áspero también embreado o engomado llamado ruan entorno al siglo XIX, añadiéndole al hábito nazareno una amplia cola que suelen llevar arrastrando (según la ocasión) y, que simboliza ir arrastrando en esa cola sus culpas y pecados. Podríamos encontrar otros simbolismos de la cola, pero este es el que parece ser más adecuado, aunque también se habla de que la longitud de la cola es señal de mayor o menor sentimiento y dolor.
Fue a partir del siglo XVI cuando se comienza a llevar capirote alto cónico, el cual, evoca un acercamiento del penitente al cielo, aunque también podemos encontrar indicios de que es en similitud con la corona de los penitenciados por la inquisición. Este valor simbólico es análogo al que tienen los cipreses en los cementerios cristianos, que acercan al difunto al cielo. El origen del cordón o cíngulos que los penitentes se colocan alrededor de la cintura puede encontrar su origen en la cuerda que llevaban los penitentes para colgarse los zapatos de cáñamo, los cuales no podían utilizar durante su penitencia.
El significado de las mantillas lo podemos encontrar en que este era el traje de gala de la mujer en la antigüedad y, en esos tiempos, no estaba permitido que las mujeres se vistieran de nazarenos, por lo que, si querían acompañar al paso se vestían con este traje.
Es con el pasar de los siglos, donde con el cambio de criterios y actitudes, se va evolucionando hacia el estilo de túnica actual. Entre los detalles finales de la evolución del hábito nazareno surge la túnica de capa mucho más moderna y usada con tejidos más livianos de algodón o lanilla. Sobre este esquema, cada hermandad, según su propia tradición, estableció la vestidura en particular para sus hermanos.