Hoy tenemos el honor en este humilde blog, de publicar una entrevista con alguien muy importante en el mundo cofrade. Se trata del padre don José Antonio. Sacerdote de nuestro pueblo.
El poco tiempo que lleva aquí, ha sido suficiente para ganarse el cariño de
los aguilarenses. Las homilías en sus misas, son tan cercanas y educativas, que
se hacen muy coloquiales, y nos acercan la palabra del señor mucho más plácidamente.
Siendo natural de Sevilla, no hace falta decir que la sangre cofrade corre
por sus venas. Costalero del Cristo de los Gitanos (en el centro de la foto, en 2009, último año de costalero, junto a sus dos hermanos), a la petición de ser entrevistado por este blog, no sólo
aceptó, si no que además, nos dijo que era lector del mismo, algo que nos llena
de orgullo y le agradecemos nuevamente desde aquí.
Pocos son los cofrades que alguna vez, ante la inminente subida de un paso,
no han gritado o pensado aquello de “¡Al cielo con ella!”.
Pues esa frase, como
la mayoría de las costumbres cofrades, tienen su origen, en la tan añorada por
nuestro entrevistado, Semana Santa sevillana, y se escucharon por primera vez,
de boca del abuelo de este, “El Balilla”.
Transcurría la madrugá del año 1952, cuando don Salvador Dorado, capataz del
palio de los Gitanos, antes de dar el golpe de martillo, observó los cables del
tranvía que pasaban por encima del paso, y para animar a sus costaleros, gritó:
-
¡A los cables con ella!
-
¡A los cables, no! ¡Al cielo con ella!
Después de este breve paso por la historia cofrade, os dejo con la entrevista.
¿Se siente cómodo en Aguilar? ¿Se esperaba así el pueblo? Cuéntenos un poco de usted, sus raíces, su vida sacerdotal, su vida cofrade.
La verdad es que sí. Desde el día en
que llegué me he sentido muy acogido y querido, en primer lugar por nuestro
párroco, D. Tomás, que es para mi un grandísimo compañero y hermano en el
ministerio, y luego también por todos los fieles que me demuestran su cariño,
si bien no han faltado algunas personas de trato irrespetuoso con las que el
servicio ha sido un poco más difícil. Pero por lo general estoy muy contento.
Respecto a mi vida sacerdotal puedo
contar poco, porque si Dios quiere, el 23 de Junio cumpliré cinco años de
ordenado, por lo que aún soy un cura novato al que le queda muchísimo por
aprender.
Mi vocación sacerdotal tuvo dos grandes pilares: mi hermandad de los
Gitanos, de Sevilla y mi comunidad neocatecumenal, donde he podido vivir mi fe.
Era algo que nunca me había planteado, ni si quiera se me pasó por la cabeza
ser cura. Yo siempre quise ser bombero. Pero sin duda lo que me ha llevado al
sacerdocio ha sido la oración de tantísima gente y la bondad de Dios que
siempre ha apostado por mí y no ha tirado la toalla conmigo, y eso que mis
muchísimos pecados se lo han puesto muy difícil, y se lo sigo poniendo (algún
día espero llegar a la santidad).
En el sacerdocio disfruto mucho con los
sacramentos, pero el más especial es la confesión, porque llegan las personas
destrozadas por el pecado y le tienes que dar una palabra de salvación de parte
del Señor, y cuando sale se va con el perdón de sus pecados y una alegría
inmensa, aunque me encuentro muchas veces con personas que creen no tener
pecados y ahí la confesión resulta difícil. Descubrirse pecador es un gran acto
de humildad y un don de Dios, por eso me impresiona tantísimo este sacramento.
También el de la Eucaristía, saber que soy el primero en cada misa que toco con
mis manos el Cuerpo de Cristo. Es algo que nunca sabré cómo pagar al Señor,
aunque la parte en la que toca decir la homilía me sigue poniendo muy nervioso,
es algo que no controlo.
Como cofrade, sencillamente decirte
que cofrade me parió mi madre y cofrade moriré. Llevo desde chico sangre
costalera, y no entendería mi vida sin la Semana Santa, por todo lo que
significa para mi, porque desde chico he visto a mi abuelo, “el Balilla” decir
ilusionado la frase que él mismo creó y que se ha expandido por toda la tierra,
y que para mi familia es como una seña de identidad: ¡Al Cielo con Ella! Tengo
guardada la ropa con la que salí por última vez de costalero, antes de la
operación de hernia de disco que me apartó de las trabajaderas, para cuando me
muera.
Como asiduo lector de este humilde blog, sabrá que solemos escribir de
Semana Santa, y también de los actos litúrgicos de nuestro pueblo, por lo que,
a modo de introducción, ¿Qué le parece la Semana Santa de Aguilar de la
Frontera? ¿Se la esperaba así?
Para nada me esperaba una semana santa
tan intensa y amplia. No solo por la cantidad de hermandades sino por la
calidad de las imágenes y de los pasos. Cuando mis hermanos vinieron a traerme
las torrijas que había hecho mi madre el sábado antes del domingo de Ramos, les
di una vuelta por las iglesias para que vieran los pasos, y me dijeron:
“Aunque no vayas a Sevilla aquí vas a
disfrutar con todo esto. Vaya pedazos de pasos que hay aquí”. Les impresionó
mucho el paso de la Soledad, el del Cristo de la Expiración y el del Cristo de
la Humildad.
Respecto a la impresión que me ha
causado, pues la verdad es que por vuestra culpa me he quedado sin ir a
Sevilla, jajaja, lo digo bromeando. Me ha impresionado cómo la gente se ha
echado a la calle para acompañar a las imágenes, cómo ni siquiera la lluvia los
ha retirado, como lo viví en la entrada de Jesús Preso, la Virgen de los Desamparados
y la Hermandad de la Veracruz. He podido disfrutar con el ambiente y con el
sentir cofrade del pueblo. En otros pueblos he visto a las imágenes solas por
la calle y aquí no ha sido así. Me quedé sin ir a Sevilla, lloré con mi Gitano
por internet, pero disfruté por las calles de Aguilar. Me dejaron estampas muy
bonitas en mi memoria.
Sin embargo, en los últimos años, quizás por la gran cantidad de cofradías y
el gran número de componentes de bandas o agrupaciones musicales, se está
apreciando un problema que puede ser mayor, con el paso del tiempo. La falta de
costaleros. Cada vez hay menos cantera cofrade. ¿Cómo cree que se podría
solucionar el problema? ¿O estamos predestinados, a que en años venideros,
algunos pasos salgan como hace 50 años, a ruedas, o tan siquiera, salgan en
estación de penitencia?
Creo que todo está en la familia. La
familia es el núcleo donde cada uno aprende todo, y si en una familia no hay
raíces cristianas, no hay una vida de relación con el Señor, pues los niños
poco podrán aprender. Así lo vemos cuando hacen la primera comunión y muchos padres
no se preocupan de la vida de fe de sus hijos, y eso también influye y mucho en
el sentir cofrade, porque queda todo relegado a algo tradicional y artístico, a
algo tipo espectáculo. Muchos jóvenes no saben el verdadero significado de ser
cofrades, de lo que implica en la vida pertenecer a una hermandad. Hay mucho
miedo al compromiso. Y todo eso se inculca en la familia.
¿En ese aspecto, que le parece la cantera cofrade? ¿Conocía la labor de la Semana Santa Chiquita?
Me sorprendió y me alegró ver la
iglesia del Hospital llena de niños cada uno con las túnicas propias de sus
hermandades, y las réplicas de las imágenes que sus mayores portan en Semana
Santa. Ver cómo imitaban todo, los movimientos, la forma de mandar de los
capataces… las ganas que tenían por sacar los pasos. Pero como he dicho más
arriba, es algo que hay que ir fomentando y alimentando ya que ahí está el
futuro. Pero esa tarea tiene que ser de todos y no se puede quedar solo en “llevar
un paso”. Hay que ir dándole una “columna vertebral” con una formación
cristiana. Que nuestros niños sepan qué es lo que están haciendo, por qué lo
están haciendo.
A usted, como sevillano y costalero durante 20 años, ¿qué le parecen los
tronos portados a hombros, como la mayoría de pasos de nuestro pueblo? ¿No
cree, que es una forma de conservar nuestra Semana Santa, continuar con estas
tradiciones?
Siempre he sido de la opinión de que
cada pueblo tiene su idiosincrasia propia. ¿Qué me gusta a mi más? Evidentemente
me he criado entre costales y desde mi infancia me enseñaron el lenguaje de las
trabajaderas, pero eso no significa que desprecie otra forma de llevar los
pasos. Si yo pretendiese que todo fuera como en Sevilla estaría cometiendo un
fallo grandísimo, que me impediría poder disfrutar de la fe de este pueblo.
Creo que cada pueblo debe conservar sus tradiciones, lo que supone una riqueza
y una belleza, sin por ello menospreciar a aquellas hermandades que por sus
propios motivos han tenido que cambiar la forma de llevar los pasos a costal.
Hay que aceptar a cada uno con sus formas y yo disfruto con ello. En los
Blázquez, por ejemplo, el sepulcro iba a ruedas, y también me gustó.
Siguiendo con la Semana Santa de Aguilar, ¿cual ha sido para usted, el
momento, o los momentos cofrades más hermosos vividos en este primer año en
nuestro pueblo?
Ha habido muchos momentos. Pero si
tuviera que destacar, de las que he podido participar, me quedaría con lo
siguiente:
La subida de la cuesta a la parroquia,
ya a la entrada, del palio de la Virgen del Rosario. Esas niñas que venían que
no podían más y me hicieron vivir un momento de emoción subiendo sin parar
entregándolo todo. Fue muy bonito y elegante, yo iba sufriendo por ellas,
sencillamente: mejor ya no se puede.
La Virgen de los Dolores por la Calle
Arrabal, con la luna llena sobre su palio, como un foco desde el cielo y la
cara iluminada solo por las velas, unas estampa para el recuerdo. También la
bendición de la Virgen. Nunca había visto a una Virgen dar la bendición. Y la
chicotá a la entrada a los sones de Mi amargura, aguantando en el sitio.
Precioso, de verdad.
El Descendimiento. Nunca lo había
vivido, y esa puesta en escena tan excepcional… me gustaba imaginar que estaba allí
en Jerusalén aquel mismo día en que murió el Señor. Hubo momentos en que los
pelos se me pusieron de punta.
El Sepulcro por la villa.
¡¡Impresionante!! Ese silencio, todo tan lúgubre, el Señor muerto, el marco de
los muros antiguos, el ambiente lluvioso… Un regalo para los que lo vivimos.
Y por supuesto, los sones de las tres
bandas del pueblo, ¡qué manera de tocar!
Pero ya te digo fueron muchos, aunque
destaque esos con más intensidad.
Al menos, en las cofradías que conozco, se dedica una cantidad, a caridad.
¿Cree que es suficiente? ¿Sería más cristiano, reducir costes de flores,
música, y demás adornos, para poder contribuir más a obras caritativas, en
estos momentos de crisis?
Eso forma parte del fuero interno de
cada hermandad. Cada hermandad debe saber qué cantidad debe aportar a la caridad.
Muchas veces el mejor adorno que pueden llevar nuestros titulares es aquel
mismo adorno que les acompañó por tierra santa en el siglo primero: la humildad
y la caridad fraterna. Con ello no quiero decir que no hay que gastar para
llevar un cortejo digno, por eso te digo que forma parte de cada hermandad.
En este sentido, el Obispado de Córdoba ha hecho un nuevo decreto por el que
las cofradías tendrán que aportar un 10 por ciento de sus ingresos anuales a la
Diócesis ¿Cómo valora esta medida?
No ha sido una medida sólo para las
hermandades, sino para todos. También cada parroquia debe contribuir con lo
mismo. Es una forma de cumplir con el 5º mandamiento de la Santa Madre Iglesia,
que podemos encontrar en el catecismo. En los últimos tiempos que estamos
viviendo de crisis económica la Iglesia se tiene que auto-subvencionar sola y está
sustentando a muchísimas familias, y si un hermano está pasando hambre en esta
“familia numerosa” que es la Iglesia, es lógico y justo que entre todos
contribuyamos a ayudarle. Muchos lo han entendido mal, como una forma de
control, o para enriquecimiento del clero, y no es así. Por eso debemos estar
formados e informados para que estas malas interpretaciones no tengan lugar en
el seno de nuestras hermandades y podamos dar buenas razones de nuestra fe y
defender a nuestro obispo.
¿Cree que se reconoce y valora suficientemente la labor de Caridad que realiza la Iglesia en estos momentos de crisis y de necesidad?
Yo no sé qué piensa cada persona, pero
todo el mundo puede ver las estadísticas que hablan de Cáritas, de cómo se ha
incrementado su labor y el número de familias a las que se atiende, que no para
de crecer. Solo hay que mostrar un poco de interés para informarse de qué se
está haciendo, y una vez sabido, que cada cual valore y reflexione.
¿Piensa que las hermandades tienen verdadera conciencia de que son parte de la Iglesia?
Más que las hermandades yo hablaría de
los cofrades en sí. Las hermandades son Iglesia, desde siempre. El caso es lo
que las personas queremos hacer con nuestras hermandades. Me encontré en un
pueblo a una junta de gobierno que nos planteó que si se encontrase una cochera
desde donde pudieran salir los pasos ya no necesitarían el permiso de los curas
para hacer con las imágenes lo que quisieran, ni para salir cuando ellos
quisieran. Estas cosas son las que yo llamo “jugar a los pasitos” sin tener en
cuenta el verdadero significado eclesial de la hermandad. Eso se ha visto mucho
en los cultos de algunas hermandades, donde la afluencia es poca en comparación
con las salidas procesionales. O cuando una hermandad se ha quedado dentro por
la lluvia y muchos hermanos con sus túnicas en vez de quedarse a rezar se iban
a sus casas, porque, como me dijo uno en mi cara, “eso ya no interesa”. Ser Iglesia es mucho más que venir sólo a
rezarle a nuestro titular, eso, como digo yo, es como el que entra en un
restaurante, lee la carta, pero no come nada. Que no quiere decir que no haya
que rezarle al Señor y a la Virgen. Hay que rezar, ¡y mucho!
¿No le parece, que quizás nos excedamos a veces de lo que es la Semana
Santa? A menudo, da la sensación de que las cofradías confunden el “espectáculo”
con el culto a sus imágenes.
Me reitero en lo mismo de antes. Es
cierto que la salida procesional es como el culmen de todas las actividades del
año, pero no es el fin ni el objetivo único de la hermandad. Cuando no ha
habido una vida de fe, una vida de hermandad, en torno a nuestros titulares,
asistiendo a los cultos, frecuentando los sacramentos, yendo a todos los actos
que se propongan, pues todas las esperanzas están puestas únicamente en la
salida, si la banda toca bien, si sale todo bonito… y si llueve todo se viene
abajo y queda un vacío impresionante porque ha faltado ese relleno de vida de
fe.
Por último, ¿Qué le sobra y qué le falta a la Semana Santa en general, y en particular en Aguilar?
Bueno, sobran las cofradías de la
Madrugá, porque me impiden ir a Sevilla a ver a mi Gitano, jajaja. No, es
broma. Porque fue impresionante el momento recogedor del viacrucis en la
Iglesia del Carmen con todas las luces apagadas y los pasos del Cristo de la
Expiración y de la Virgen de las Angustias encendidos y meciéndose al compás de
las oraciones de los fieles que allí estábamos. Así como despertar en la mañana
del viernes acompañando al Nazareno y al elegante palio de la Virgen de la
Amargura. Sobrar? No lo sé, aún soy muy nuevo en este pueblo. Faltar sí veo que
falta mucha formación, en todos los sentidos: cofrade y cristiana. El curso
cofrade que hicimos de tan sólo tres días hizo notar esa falta de interés por
la formación, mientras que si das un concierto de una banda, a la hora que sea,
se llena la iglesia. Aunque en el curso, los hermanos que estuvimos lo pasamos
muy bien, y yo quedé contento de la asistencia y del interés de estas personas.
De verdad, “chapó” por ellos.
Sólo resta, agradecer por enésima vez su tiempo, y su
amabilidad para con este blog. Muchas gracias don José Antonio.